En los deportes de resistencia es muy común tener en cuenta estos términos de «estar fino», el famoso «pico cerrado» y la impresión acompañada de que tener un menor peso y menor porcentaje graso corporal es siempre positivo.
En el ciclismo lo vemos apoyado por las métricas de w/kg que nos dan las app, en el atletismo es algo que siempre se ha comentado, «menos kilos moverás». Esto acompaña a todos los deportes de resistencia como el ski, la natación y un largo etcétera.
Hoy vengo a comentarte que un menor peso no siempre implica un mayor rendimiento deportivo. De hecho, la primera razón es que cuando se busca ese menor peso, ya partimos de un buen estado de forma, y buscar una reducción suele ir a costa de reducción en la comida.
En una reducción muy severa el cuerpo reacciona activando los mecanismos de defensa como la reducción del gasto metabólico basal, una activación de citoquinas inflamatorias, incrementando la excreción de hormonas orexigénicas (las que dan hambre) y finalmente derivando la atención a mecanismos más importantes que la contracción muscular y por ende el rendimiento deportivo.
Además, el primer nutriente que se ve afectado normalmente son los hidratos de carbono, los cuales son la principal fuente energética en cualquier deporte, pero aún más importantes en los de resistencia, dado que su concentración acaba por terminarse.
Por último, debemos de tener en cuenta la poca importancia del peso como marcador de rendimiento, de salud, o de estado antropométrico. Es tan solo un valor que no refleja de manera directa y veraz ninguno de los estados nombrados. Es por ello, que tiene más importancia centrarnos en cosas básicas y vitales como el balance energético, la disponibilidad de macronutrientes o incluso la estructura del entrenamiento, antes que ir a una reducción de peso injustificada.
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Ánimo y dale caña.
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